Las feministas comunitarias plantean que nuestros cuerpos son nuestro primer territorio y en nuestro país ha sido un territorio en disputa, especialmente para las mujeres y las personas disidentes del género, pero también para la población en general. El control sobre nuestros cuerpos en ocasiones ha estado enmarcado desde discursos religiosos, otra veces desde el racismo, el patriarcado o el conservadurismo. Nos queda un largo camino que recorrer para reconquistar la libertad sobre este primer territorio que es nuestro cuerpo, eliminando los estigmas sociales que se nos imponen cuando intentamos tomar decisiones personalísimas como cuáles sustancias consumir, si llevar o no a término un embarazo o cuándo morir dignamente.
Ciertamente la religión no es el único factor en esta ecuación, pero históricamente, como institución, ha demostrado tener un rol decisivo en buscar moldear desde una perspectiva única la moral pública, incluyendo la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Tal como lo ha planteado Propia Relatoría de LIbertad Religiosa, esta debe cobijar el ejercicio de la propia fé y nunca la imposición de los criterios de esta a terceras partes que no la comparten. En este sentido, hacemos eco de la consigna “Cuerpos libres, Estados laicos”.
En relación a la legalización de la marihuana, es fundamental considerar que su criminalización impacta con mucha más fuerza a las poblaciones racializadas y a las mujeres. Asimismo, obedece a la obsoleta perspectiva de Guerra contra las Drogas, que durante tantos años ha justificado la persecución policial del narcomenudeo, especialmente en poblaciones de bajos recursos económicos.
Proponemos las siguientes transformaciones legales, para dar pasos firmes en el camino a fortalecer el ejercicio de nuestro derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos.